Durante la infancia nuestros hijos pueden adquirir conductas disfuncionales que provoquen situaciones de tensión en la familia, y aunque intentamos hacer lo imposible para que cambien, a veces no logramos los resultados esperados. Lo primero que debemos aprender y entrenar (porque a veces es difícil lograrlo) es mantener la calma y responder ante el comportamiento del niño de una forma tranquila y serena, firme y segura. Si ante el comportamiento disfuncional de nuestros hijos respondemos de forma agresiva, con nervios y enfadándonos, el problema puede ir incluso a peor. Por lo que es importante realizar todas las acciones que sugerimos a continuación de una forma sosegada y manteniendo el control. Estas habilidades que sugerimos que debemos mantener para lograr la extinción del comportamiento disruptivo puede parecernos difícil de lograr inicialmente, pero si nos mantenemos firmes en el entrenamiento de estas habilidades acabaremos lográndolo de una manera natural.
- Retirar la atención.
Cuando tenemos como objetivo cambiar un comportamiento concreto de nuestros hijos una manera eficaz de lograrlo es ignorar la acción o la conducta que están teniendo los niños. Muchas veces los niños al comportarse de una manera están llamando la atención, y si se portan mal y hacemos caso, aprenden que esa acción que han cometido sirve para llamar la atención y el comportamiento se refuerza, aunque nuestra reacción sea de enfado. Por tanto, una buena manera de trabajar la eliminación de este comportamiento es ignorar la acción, evitar el contacto con sus ojos o hacer algún tipo de gesto para que entiendan que no queremos saber nada de ellos en ese momento (como darse la vuelta e irse a otro sitio), también es importante no decirle nada al respecto, ni tocarle. Debemos ignorar su comportamiento tan pronto como empiece la conducta que queremos cambiar.
- Reforzar conductas positivas y contrarias a las no deseadas.
Si el primer paso era ignorar la conducta no deseada el siguiente paso debe ser premiar las conductas contrarias a estas. Si por ejemplo tenemos un niño que grita y se enfada mucho, debemos ignorar estos comportamientos totalmente y cuando el niño esté tranquilo, contento y relajado debemos reforzar este comportamiento. Este refuerzo se puede realizar de muchas maneras, se puede hacer mediante un acercamiento ya sea acariciando o abrazando a nuestro hijo, o de forma verbal, haciendo explícito que estamos muy contentos de el comportamiento que está teniendo en ese momento y que nos encanta y estamos felices cuando lo vemos así. También es importante trabajar la autoconciencia infantil, fomentando que el niño sea consciente de sus emociones preguntando cómo se siente en este momento en el que está tranquilo y relajado, que se fije en sus emociones y que recuerde cómo se sentía cuando estaba enfadado para que de esta manera note la diferencia entre ambas situaciones.
- Coste de comportamiento.
Otra manera de trabajar para lograr el cambio de conducta es el coste de comportamiento o de respuesta. Comúnmente se le puede llamar castigo, aunque para un niño esta palabra tiene (como es normal) una connotación negativa y llamarla coste de comportamiento puede tener un efecto más enriquecedor. Cuando identificamos la conducta a cambiar, una vez ha pasado esa conducta debemos explicar al niño de una forma fácil y tranquila el porqué de nuestro disgusto ante ese comportamiento y porqué queremos cambiarlo, también informaremos de las consecuencias que tendrá esa conducta. Debemos explicar a nuestros hijos que tal comportamiento tendrá tal consecuencia, esta deberá ser algo que el niño le dé especial valor. El coste de comportamiento se puede incluso negociar con ellos, pero sobre todo es importante que sepan cuáles son las reglas.
- Tiempo fuera o aislamiento (silla de pensar).
Esta técnica se puso de moda gracias a un famoso programa de televisión ya que es muy fácil de aplicar y puede llegar a ser muy útil. Esta técnica consiste en sacar al niño del contexto en el que se está produciendo su conducta disfuncional, ya que es posible que en el ambiente en el que se realiza esté obteniendo algún tipo de reforzador de la conducta (hermanos, abuelos, amigos, etc.). Cuando se produce el comportamiento que queremos cambiar cogemos al niño y lo sacamos de ese ambiente de forma tranquila y lo llevamos a otro sitio en el que no se producía ese comportamiento. Nos agachamos (nos ponemos a su altura) y de forma paciente y tranquila, aunque el niño esté en plena crisis, le explicamos que no nos ha gustado su comportamiento y que el coste de su comportamiento será quedarse en ese sitio solo los minutos que establezcamos. Si el niño no aguanta y se va debemos cogerlo una vez más y llevarlo al mismo sitio explicándole que esto no lo puede hacer y que se incrementará el tiempo que estará apartado. Esta técnica si la aplicamos de forma tranquila y constante sin perder los nervios puede resultar muy efectiva para cambiar los comportamientos disruptivos de los niños.
Sabemos que lograr el cambio de comportamiento de ciertas conductas en la infancia es complicado ya que requiere mantener la calma y ser muy constantes. Es de vital importancia que los padres realicen estas acciones de total conformidad y apoyándose el uno en el otro ya que, si uno de los dos padres desautoriza las acciones del otro, automáticamente hace que se pierda la autoridad y la eficacia de las acciones que llevemos a cabo. La pareja ha de actuar en equipo y si se produce alguna disconformidad debemos esperar a estar a solas con nuestra pareja para expresarla, pero nunca hacerlo delante de nuestros hijos.
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Centro de Psicología InSight
José R. Martín
Psicólogo col. 24026
