El nerviosismo es un estado emocional caracterizado por la hipersensibilidad y la respuesta excesiva (conductual, mental y física) a determinados estímulos del entorno.
El sujeto nervioso manifiesta irritabilidad, agitación, tensión, cambios bruscos de humor, ataques repentinos de llanto, risa excesiva o desmotivada, sentimientos de tristeza e inadecuación. A nivel físico, quienes sufren de nerviosismo muestran tensión muscular (especialmente en la zona del cuello y los hombros) y realizan movimientos o gestos automáticos, repetidos o estereotipados, a menudo sin darse cuenta. Este estado emocional también puede asociarse frecuentemente a trastornos gastrointestinales, como mala digestión, hambre nerviosa o supresión del apetito, acidez de estómago, colitis, meteorismo y sensación de náuseas.
Un estado de nerviosismo severo también puede provocar ataques de ira, sudoración, espasmos y temblores involuntarios, palpitaciones, falta de aliento, sequedad de mucosas, mareos, dolores de cabeza, sensación de nudo en la garganta, necesidad de orinar a menudo, problemas de memoria, déficit de concentración y deterioro de la calidad del sueño.
Causas del nerviosismo
El nerviosismo suele manifestarse en condiciones especialmente estresantes (por ejemplo, problemas laborales o familiares, exámenes o entrevistas que hay que realizar y otros acontecimientos que desgastan la fuerza física o tensan los nervios) y puede estar relacionado con trastornos psicológicos (por ejemplo, crisis de ansiedad y depresión).
Este síntoma también puede tener una base orgánica. En particular, el nerviosismo puede depender de los cambios hormonales (por ejemplo, el síndrome premenstrual, el embarazo y la menopausia) y de las deficiencias nutricionales (por ejemplo, la deficiencia de magnesio, calcio y vitamina B6). Otras causas patológicas son la hipoglucemia y el hipertiroidismo.
Por último, puede darse en personas que abusan de sustancias (como la cafeína, el alcohol, los medicamentos y las drogas) y que experimentan períodos de abstinencia.
Cómo controlar la ansiedad y los nervios
El nerviosismo no es bueno ni para la salud mental ni para la física. Hoy más que nunca, debemos aprender a mantener el nerviosismo y la ansiedad bajo control. Ten en cuenta los siguientes consejos:
1. Reconocer la causa del nerviosismo
Puede ser tu jefe, que te habla de una manera determinada o te pide que hagas ciertas tareas; tus compañeros, que no están de acuerdo con un trabajo; el tráfico, que es cada vez más caótico en la ciudad donde vives. Cuando hayas reconocido los factores que «te ponen de los nervios», será más fácil lidiar con todo.
Si ya sabes que una reunión con tu jefe es una situación estresante, puedes afrontarla estando preparado para discutirla o resolverla. Para que los atascos en la autopista no sean un problema, tendrás que tomar otra ruta o salir de casa antes de lo habitual, etc.
2. Respirar
Relacionado con el punto anterior, una buena técnica para evitar que la ansiedad o el nerviosismo se apoderen de ti es respirar conscientemente. ¿Qué significa esto? Saber cómo entra y sale el aire de los pulmones.
Tal vez no lo hayas notado, pero cuando tenemos ansiedad, la respiración se vuelve más superficial, intermitente y difícil. Si cerramos los ojos en ese momento e inhalamos profundamente varias veces, podemos controlar ciertas emociones. Es perfecto para evitar una discusión o una frase de la que luego nos podamos arrepentir. La respiración consciente o profunda le dice al cerebro que todo es maravilloso y que no hay razón para preocuparse. También te aconsejamos que no esperes a que se produzca una situación de estrés para empezar a respirar mejor, sino que lo entiendas como un nuevo hábito que te convertirá en una persona más tranquila.
3. Quitarse la presión de encima
A menudo, el nerviosismo aparece cuando nos exigimos demasiado. Esperamos que todo vaya bien y esto nos roba el sueño y la tranquilidad. No aceptamos los fracasos ni los errores y quizás por ello no nos permitimos calmarnos. Por supuesto, esto no significa evitar dar lo mejor de nosotros mismos, sino aceptar que a veces las cosas no salen como esperamos. En lugar de preguntarnos qué puede salir mal, preguntémonos qué saldrá bien. Incluso de las noticias o experiencias negativas podemos extraer sabiduría y lecciones.
4. No preocuparse por lo que no depende de nosotros
Aristóteles afirmó “Si hay una solución, ¿por qué te preocupas? Si no hay solución, ¿por qué te preocupas?” Hay muchos acontecimientos que no tenemos el poder de cambiar, mejorar o controlar. Y, paradójicamente, son los que más nos ponen nerviosos.
Que llueva el día de tu boda, que haya un accidente de coche o que tu colega caiga enfermo antes de una reunión importante son hechos fortuitos y tienes que aprender a manejarlos de la mejor manera. Esto te permitirá quitarte la presión y relajarte un poco más.
5. Contacto con la naturaleza
Sentarse en un parque, ir al campo y escuchar el canto de los pájaros, pasear por la costa, son actividades recomendables para controlar el nerviosismo. El contacto con la naturaleza tiene un efecto casi «mágico» e inexplicable.
Quizás porque nos permite volver a un estado más puro y verdadero, o porque es un encuentro con la madre tierra. La verdad es que esas famosas «escapadas» fuera de la ciudad nos recargan las pilas de manera impresionante.
Los paseos en un bosque, en la montaña o cerca de los acantilados y las estancias de más de una noche en lugares donde no haya contaminación lumínica ni acústica son fundamentales para no sentirnos nerviosos.
Si a pesar de seguir todos estos consejos sientes que no consigues controlar los nervios y la ansiedad, es posible que necesites la ayuda de un profesional, que te guíe durante el proceso de aprendizaje del control de los nervios. Ponte en contacto con nuestros psicólogos especialistas en ansiedad y empieza a sentirte mejor desde ya.